sábado, 11 de junio de 2005 - Escrito por: José Sáenz

Insoportable Levedad del Consumidor de Noticias

Como un televidente o lector de periódicos común y corriente, y más como estudiante de periodismo he tenido oportunidad de verificar que una buena noticia por lo general no es noticia y que una vieja noticia tampoco. Esta vez quiero enfocarme en lo segundo.

La invasión norteamericana a Irak continúa todavía hoy. Los atentados contra las fuerzas de EE.UU. son tanto o más terribles con el avance de los días. Las violaciones norteamericanas de los derechos humanos de los iraquíes, incluso de ciudadanos inocentes, se dan a diario. Sin embargo, el declive en la cobertura mediática de estos sucesos es evidente.

Hace dos semanas nos habíamos olvidado de que Bolivia era un país convulsionado. Permanecían en nuestra memoria el derrocamiento y la huída de Gonzalo Sánchez de Lozada, pero no se hablaba del asunto a menos que se hiciero mientras se trataba el tema, más importante para nosotros, de la salida al pacífico del gas boliviano. Sólo la caída de otro presidente Boliviano nos pudo recordar el precario estado de la democracia de nuestros vecinos.

Ya en el terreno de lo doméstico, la pobreza es un lugar común, una constante desgastada, un “así son las cosas, pues… y siempre han sido ¿Qué se le va la hacer?” No es tratado por la prensa sino cuando un reportero nuevo necesita hacer sus pininos con un tema fácil, como lo puede ser El tráfico en Lima. “¡Ya se sabe!” No es noticia. Y el público tampoco lo demanda.

Lo mismo sucede con temas de interés humano. Luis Guillermo Ausejo tuvo suerte de que su secuestro se resolviera mientras existía una intensa presión ejercida por la presencia en medios de su caso; o quizá gracias a esta es que se solucionó relativamente pronto. Hoy, un secuestro no es tan noticia como lo fue entonces cuando hubo toda una “Ola de secuestros” según la prensa.

Tampoco ocupan hoy mucho espacio las noticias sobre Célso Pastor Belaúnde, quien conduciendo en estado de ebriedad, atropeyó el pasado diciembre a José Miguel Gonzáles Otoya y siete amigos suyos en el día de su cumpleaños.

Disculpen si tardo en llegar al punto. Este Post no pretende ser una enumeración de eventos que justifiquen su título.

Esta semana, Celso Pastor trató de hacer efectivas una serie de argucias legales para dejar de cumplir su responsabilidad de pagar los gastos de la recuperación de José Miguel; y para eludir la justa reclusión a la que está sometido.

Salvo pocas excepciones, esta verdadera y triste noticia no fue difundida. Me refiero, sobre todo a su difusión en televisión, el medio más consumido por el público.

Pocos se enteraron del asunto. Y menos aún fueron los que supieron del plantón pacífico de protesta que se hizo en las instalaciones del Ministerio Público para vigilar que nuestras autoridades judiciales continúen cumpliendo con su deber.

De lo general a lo particular, lamentablemente, este mal no aqueja solamente al público masivo. Incluso los que se sienten más cercanos a un tema ceden ante lo urgente, aunque lo importante los convoque. Trabajo, estudios, familia o todas las anteriores sirven de justificación. La dictadura del individualismo a la que nos somete la vida moderna parece no dejarnos salida.

Me confieso una de las víctimas. Me averguenzo de no conocer una salida. Reconozco que quizá necesite ayuda para escapar del círculo vicioso - espiral de aislamiento. Lo digo con la esperanza de que cunda el ejemplo. Me gustaría que, como con otras adicciones, el reconocimiento de la socialmente aceptada adicción al YO sea el primer paso de una progresiva recuperación colectiva.