sábado, 22 de enero de 2005 - Escrito por: José Sáenz
Don Celso estaba en casa
¿Cómo vivir tranquilos en un país donde ya se sabe que los más conectados heredarán la tierra? ¿Cómo sentir confianza en instituciones que se mueven al vaivén de los caprichos de los hijos de papá?
La República Aristocrática tendría que haber terminado en 1918. Un período que algunos calificaron de próspero y que debe ser, en efecto, la época en la que el Perú se acercó más al orden de la democracia ateniense. Es decir, con unos pocos ciudadanos que ejercían efectivamente de tales, y una gran masa de excluidos que pisotear.
¿Rezagos del siglo XIX? ¿Cosas del siglo XX? Sucede que en pleno siglo XXI, Don Celso Pastor Belaúnde, culpable de manejar ebrio y atropellar a ocho jóvenes inocentes, con todo y orden de captura encima, estaba en casa.
Muy Buenas tardes, ¿se encuentra Don Celso? – ha de haber preguntado la muy diligente policía nacional luego de tocar el timbre de la casa del inculpado. El no se encuentra en este momento, le habrá contestado por el intercomunicador la empleada, porque a la policía se la respeta. ¿Quisiera dejarle algún recado? No gracias, ya nos damos una vueltita por aquí otro día, habrán terminado diciendo.
Todo sea por no importunar a la familia. Que ya bastante habrá tenido con que esta reedición del niño Goyito esté trayendo por los suelos el apellido de su pobre tío - señor presidente, Q.E.P.D. - al que tanto le costó ponerlo allí arriba donde estaba.
Sangre en la cara es lo que hace falta. Para que un fiscal de turno no trate con mano blanda a los ahijados del Fiscal de la Nación. Ser un cojudo a la vela es lo que hace falta, para que en este país el que tiene padrino no lo busque y se bautice. Difícilmente alguien ha reprobado que la familia de Pastor mueva sus influencias para mantener al padre pródigo fuera de prisión. Lo que más se ha hecho es protestar por vergüenza ajena al observar cómo esas influencias, efectivamente, se mueven.
¿Cómo vivir tranquilos en un país donde ya se sabe que los más conectados heredarán la tierra? ¿Cómo sentir confianza en instituciones que se mueven al vaivén de los caprichos de los hijos de papá?
Dime a quién conoces y te diré quién eres, cuánto vales. Dime cuánto pagas. Dime cuánto cobras. El que está arriba es porque ha logrado pisar al de abajo. Quien no lo sabe lo intuye y anda por la vida acomodándose, esquivando pies ajenos. Mientras otros, acostumbrados a tener un zapato encima, viven a la defensiva.
¡Exigimos que la prensa tome nota de nuestra protesta y no solo la de los pituquitos limeños!. Joyita de frase. El eslabón perdido entre los Humala y Eliane Karp. Fue pronunciada por miembros de la Caja del Pescador frente a Palacio de Justicia. La dirigían a los familiares y amigos del jóven atropeyado que protestaban allí desde hace rato. Lástima que decidieran definir como conflicto lo que pudo terminar como una protesta conjunta. Unos exigiendo la captura de Don Celso, los otros reclamando la reposición de sus pensiones de jubilación.
El resultado, al día siguiente: No será la primera vez ni la última que de tanto invocar al fantasma, se lo termine volviendo real. Discriminación, falta de espacio o simplemente porque se ganaron la animadversión de los reporteros de tanto atacarlos, la Caja del Pescador no consiguió espacio en los diarios del día siguiente. Y así la frustración se reproduce a si misma.
¡Qué! ¿Te duele el Perú? ¡Piña, pues! Más te lo ajusto, para que veas. Porque si demoró tanto que Don Celso caiga en manos de la justicia. Cómo no va Percy North a recobrar su Libertad, a pesar de las treinta víctimas de la discoteca Utopía. Cómo no va a formar su partido político Ricardo Wong, dueño de los fuegos artificiales de Mesa Redonda. Cómo no van a seguir libres las Marthas Chávez que votaron a favor de apañar el robo del dinero de la Caja del Pescador.